Escribe: Gustavo Antúnez.
Creo que ni el más optimista y comprometido de los militantes del viejo Frente Amplio se hubiera atrevido, cuatro años atrás, a vaticinar lo que estamos viendo. La debacle electoral y política de la coalición multicolor se acelera, sin perjuicio de lo que suceda el 30 de junio, mirando hacia el último domingo de octubre, la coalición de izquierda tiene una intención de voto de 47%, muy cerca de lograr una nueva victoria en primera vuelta y con un triunfo casi seguro en un posible balotaje; mientras los partidos minoritarios que integran el combo que hoy ocupa el gobierno suman 37%, según la última encuesta de la Usina de Percepción Ciudadana, realizada durante los últimos días de mayo.
El panorama puertas adentro de la coalición oficialista es desolador, el partido Nacional recoge la adhesión de 29% del electorado, el partido Colorado 7%, Cabildo Abierto apenas 1% y el partido Independiente ni eso. La otrora poderosa articulación de cinco partidos minoritarios de derechas que en 2019 reunió el apoyo de 56% de la ciudadanía se apresta a perder. Desde ya que después de las internas, cuando conozcamos a las y los candidatos únicos de los partidos y entremos de lleno en la contienda presidencial y parlamentaria, seguramente estos números van a mejorar, pero en el mejor de los casos esa mejora nos llevará a una segunda vuelta en noviembre, y en ese momento, considerando resultados como estos, la izquierda tiene prácticamente ganada la elección.
Si observamos al Frente Amplio, la intención de voto de junio supone el registro más alto entre las encuestas de la Usina de percepción ciudadana. En la encuesta anterior realizada en abril, el principal partido de la oposición marcó una intención de voto de 45%, mientras que la coalición de gobierno marcó en total 39%. Obviamente que estos números no son definitivos, pero nos muestran claramente el estado de ánimo de la ciudadanía y en términos generales una perspectiva de su sentimiento, muy alineado con lo ya informado por el índice winner que realiza la consultora Factum.
Más allá de la información que nos proporcionan las encuestas, y teniendo en cuenta lo que todas y todos podemos observar en casi todas las instancias de la vida cotidiana, luego de estos cinco años para el olvido, hay una predisposición de las personas a terminar con el experimento multicolor. Y no se trata de que decenas de miles de personas se hayan vuelto frenteamplistas de un día para el otro; en realidad el tema es mucho más sencillo y práctico. Ocurre que amplios sectores que hace cinco años depositaron su confianza en la ascendente coalición de derechas, hoy saben que la mayor parte de sus expectativas fueron defraudadas, al tiempo que una minoría se ha quedado con casi todos los beneficios. Y por si fuera poco, los problemas que aquejan a la gran mayoría de personas no solo no han sido resueltos, sino que es notorio que estamos peor que antes.
Ahora la cuestión es si el Frente Amplio puede ganar las elecciones en la primera vuelta del último domingo de octubre. Y la verdad es que es posible. Hasta el momento la fuerza política se ha comportado con prudencia y moderación, pero la gravedad de los acontecimientos que implican al presidente Lacalle Pou como líder de un gobierno signado por la corrupción, el abuso de poder y la persecución de opositores y disidentes, incluso por procedimientos fuera de la ley, parece indicar que es momento de levantar la voz e ir a fondo con las acciones necesarias para que cada quien asuma su responsabilidad. Sin perder la calma, sin precipitarse, pero con la firmeza y la contundencia que ofrece la razón.
El lustro multicolor ya llega a su fin, lo que comenzó como un notable éxito electoral se convirtió en un jolgorio de corruptelas, amiguismo, persecuciones y el regreso de lo peor de la vieja política; fueron los peores cinco años de nuestras vidas, o casi; desde el punto de vista de la gran mayoría somos más pobres, menos libres y más vulnerables. Nadie debería sorprenderse por la posición que toma un creciente número de ciudadanas y ciudadanos. Ahora lo que corresponde es concretar el mensaje con votos en las urnas, para que quede claro que la soberbia, la mentira y la provocación no nos representan.
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