Escribe: Gustavo Antúnez.
Hay un Uruguay que vive en la luna, como diría Mario Benedetti, es una parte alucinada de la sociedad que quiere pero no puede, entonces hace como que su gestión ha sido un éxito, y proclama que estamos mejor que antes, como si las mujeres y los hombres concretos no se dieran cuenta de lo que pasa y que determina la realidad de todos los días. Es así que tenemos que escuchar planteos absurdos o lamentables, que parecen traidos desde la dimensión deconocida, porque en verdad no tienen nada que ver con las vivencias, sentimientos y expectativas de la más amplia mayoría de personas.
Ahora cae nada menos que el presidente del “honorable directorio del partido Nacional”, sus operaciones políticas impresentables nos lo muestran envuelto en lo peor de la vieja política, que hace años habíamos superado; una práctica reinstaurada en marzo de 2020 y que define la naturaleza del gobierno de la coalición multicolor hegemonizada por el neoherrerismo; corrupción, clientelismo, abuso de poder y esa soberbia mesiánica que los hace sentirse superiores e intocables. Nada más alejado de la realidad, buena parte de la ciudadanía observa indignada, y ya sabe que todo ha sido un engaño de marca mayor.
La sola presencia de decenas de miles de mujeres y hombres marchando en silencio por 18 de julio, como tantas veces cada 20 de mayo, nos habla de un país que a pesar de haber avanzado en la resolución de algunas de las gravísimas violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura, sigue atrapado en la lógica de la impunidad y su negación que fue promovida y tolerada durante veinte años, luego de la recuperación democrática. Lo advertimos en el ya lejano verano de 1987, no es posible avanzar hacia una sociedad de verdad sana y decente si no logramos establecer a pleno los criterios de verdad y justicia. Ahora, treinta y siete años después seguimos atascados en el mismo lodazal. No alcanza con poner carteles en la vieja fachada de la calle Juan Carlos Gómez. El destino de al menos ciento treinta y seis personas, todavía sigue sometido a conjetura. Una herida abierta, titulaba el martes un diario de derecha, una parte del país hace como que no pasa nada, pero el Uruguay sigue sangrando por una vieja herida que no va a sanar hasta que logremos de pleno derecho saber la verdad y restablecer el imperio de la justicia que nunca caduca.
Mientras el relato oficial nos habla de 20.000 puestos de trabajo más que en 2019, o de un tardío crecimiento de los ingresos que en algunos casos supera en algo lo que ganábamos en aquel año, o insiste con señalar que la inflación está bajísima; ¡pamplinas! Se niega a considerar que hay 200.000 desocupados y muchas y muchos con trabajos precarios o sueldos sumergidos, que las miserables jubilaciones mínimas siguen congeladas y que el costo de vida en la realidad no baja. Que hay una minoría amasando fortunas a la vez que la enorme mayoría de personas trata como puede de llegar a fin de mes.
Y por si fuera poco se niegan a aceptar que luego de casi cinco años de una gestión fallida la gran mayoría de las y los uruguayos somos menos libres, más pobres y más vulnerables que lo que éramos en marzo de 2020. De hecho los números que no mienten nos dicen que hay más personas en situación de pobreza, se ha duplicado la indigencia, al tiempo que la inseguridad alimentaria no ceja en un vasto sector de hogares con niños, niñas y adolescentes a cargo en un proceso constante de aumento de la desigualdad. Nunca hubo tantas personas abandonadas a su suerte viviendo en la calle y todavía tenemos que escuchar al desubicado ex ministro Lema haciendo política como si no tuviera nada que ver.
Las y los ideólogos y operadores políticos y mediáticos de la derecha multicolor se hacen los ofendidos, se dicen incomprendidos, o que no les perdonamos el éxito y reclaman por “el mal humor del Frente Amplio”, desde su frívola y desangelada visión de la realidad todo se reduce a deslegitimar al principal partido político de este país, de manera de eludir la discusión sobre su responsabilidad en la penosa situación del país y de millones de personas. Reproducen la misma operación política de 2019, la culpa es del Frente Amplio, con la diferencia de que, pasaron cosas, y desde hace cinco años la izquierda no decide.
Entonces esa República hipócrita se vanagloria del ascenso y consolidación de las y los malla oro, o de alguno de los magros y escasos logros de esta era de la depresión, al tiempo que se olvida o hace la vista gorda sobre la situación delicada y/o desesperada de las y los más vulnerables, o de quienes con enorme sacrificio apenas van llevando una situación muy difícil e incierta que destruye la trama social y somete a mujeres y hombres a angustias y penurias que se podrían evitar. No hay ninguna razón valedera para renovar la confianza a este contubernio impresentable de minorías de derechas que conocemos como coalición multicolor. De manera que el esfuerzo para restablecer la decencia y la responsabilidad republicana empieza el domingo 30 de junio.
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