Entre el caos y el abismo

Escribe: Carlos Pita.

Antes del ataque de Irán contra Israel, Antonio Gutérres (secretario general de la ONU) afirmó que el mundo se hallaba al borde del caos. En la reciente sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, Gutérres expresó que el mismo se encontraba al borde del abismo.

Irán desplegó un ataque con drones y misiles de corto y mediano alcance, apuntados a objetivos exclusivamente militares. La enorme mayoría fueron interceptados. Muchos en el espacio aéreo de Jordania y otros ya en espacio israelí. Las defensas antiaéreas israelíes contaron con la ayuda de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Jordania. Fueron interceptados alrededor del 99% de ellos. El resto causó daños menores en una o dos bases y no se reportó ninguna pérdida humana. Si, lamentablemente, una niña herida por metralla que se encontraba en situación delicada. El gobierno iraní calificó esta acción como una respuesta al ataque israelí al Consulado de Irán en Damasco que mató a 13 personas, 7 de ellas miembros de las Fuerzas Armadas incluidos dos generales de primer nivel. Irán realizó una acción que podría calificarse como una respuesta bélica con contenido fundamentalmente político.

El resultado fue rápidamente señalado por el presidente de Estados Unidos como una gran victoria de Israel, al haber logrado repeler, prácticamente sin daños, la agresión condenable iraní. Además le expresó al presidente Netanyahu que debía concluir el episodio sin precedentes y no responder ni continuar con ninguna acción militar contra Irán. Joseph Biden afirmó que si eligiese otro camino no contaría con ayuda de su país. Gran Bretaña y Francia se pronunciaron en forma similar.

En Irán el gobierno y mucha gente en las calles celebró el ataque de su Fuerza Armada y advirtió que si hubiera alguna respuesta militar por parte de Israel atacaría con mucho más fuerza y a todo su territorio. En estos días se espera una definición de Netanyahu y su Comité de Guerra sobre sus acciones futuras.

Israel e Irán venían librando una denominada “guerra en las sombras” desde hace mucho tiempo. La misma ha consistido en ataques a objetivos israelíes por parte de organizaciones financiadas y armadas por Irán (Hezbola, Yihad Islámica, Hamás y las milicias Hutíes) en Líbano, Siria, Irak y Yemen. Israel, con participación o ayuda de Estados Unidos, atacando centros de enriquecimiento de uranio en territorio iraní y matando a múltiples científicos de su programa nuclear. El mundo está pendiente de lo que ocurra en el Medio Oriente.

Irán puede utilizar una cantidad varias veces superior a las armas utilizadas y con misiles hipersónicos, que algunos servicios de inteligencia afirman podrían portar cabezas nucleares con potencias de 500 kilotones o más aún. Esto se basa en que técnicos de la Organización Internacional de Energía Atómica han expresado hace meses que a Irán le faltaban semanas nada más en llegar al nivel de contar con uranio suficientemente enriquecido para armar ojivas nucleares.

Si resulta impredecible la respuesta de Israel (si no siguiese las sugerencias de Washington y de occidente), igualmente impredecible sería la réplica iraní. Un conflicto, aún contenido al Medio Oriente, generaría una consecuencia humana, económica, comercial y ambiental de incalculables dimensiones. Aun usando armas Nucleares “tácticas”, las muertes y los daños serían terribles. Quedarían comprometidos el Golfo Arábigo Pérsico y el Canal de Suez con todo el impacto en el abastecimiento mundial de energía y en la economía mundial en general.
Esto sin tener en cuenta que reacciones se puedan producir en Estados Unidos, China, Rusia y las demás potencias nucleares.

Ambos países; Israel e Irán pasan por una situación interna muy complicada. El gobierno iraní respondió a un malestar popular con la acción del sábado. Netanyahu tiene en curso las acciones repudiables que continúan masacrando a los palestinos de la franja de Gaza y soporta una creciente disconformidad de su pueblo. El temor es que no escuche finalmente las advertencias de Biden y responda de una forma que genere una escalada incontrolable.

El mundo está pendiente. Y muchos coinciden con el secretario general de la ONU. Todos los países del mundo deberían hacer lo imposible porque no se caiga en ese abismo, del que todos sabemos no hay retorno.

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En otras palabras

Cuando la esperanza falla, renace la nostalgia por los aventureros desilusionados, así aparece la derecha con su resignada posverdad, el fin de la historia o de las ideologías. Políticos o editorialistas, las y los autores e ideólogos pertenecientes a esa tradición se suelen mostrar muy críticos con un proyecto que los desafía, y lo desprecian porque está demasiado sujeto a las aspiraciones sencillas y conformistas de la multitud.
Su romanticismo profundamente conservador, no ofrece ningún futuro deseable, porque ese no es su objetivo. En realidad su tiempo ideal es algo parecido a los enloquecidos años noventa.
Entonces van por la vida con ese estilo canchero, desacomplejado, notoriamente preocupado pero valientemente desinhibido, hacen frente al desencanto de la gente con brío, aunque lamentan haber perdido la grandeza de los sueños del pasado y se atreven a hacer promesas como si no tuvieran nada que explicar. Hablan con una lucidez melancólica porque saben que no la tienen fácil y tienen la audacia de decirle otra vez a la gente lo que saben que no van a hacer. Sus temas son de candente actualidad: desprecio por la época, nostalgia por los referentes del pasado y enojo ante un presente desconfigurado; un profundo malestar ante un futuro que parece un callejón sin salida, la sensación de que todo está perdido, la convicción de que somos impotentes. Entonces traen sus conocidas propuestas que en el mejor de los casos provienen del siglo pasado, porque muchas son aún más viejas.
Aparte de los muchos problemas de la vida cotidiana, estas cuestiones de fondo son parte de las muchas razones por las que tenemos que cambiar; porque aunque a las y los representantes de la derecha multicolor no les guste tenemos la posibilidad de hacer otro futuro y es eso exactamente lo que nos proponemos hacer.

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Aquí y Ahora

A medio año de las elecciones nacionales de octubre, la encuesta de CIFRA muestra un escenario dividido. El 88% de los electores tiene decidido su voto o al menos ya expresa una preferencia por uno de los partidos que competirán.
El 45% de los uruguayos habilitados prefiere al Frente Amplio, el 32% al partido Nacional, el 7% al partido Colorado, 3% a Cabildo Abierto y el 1% al PI.
Con el comienzo intensivo de la campaña electoral, podría esperarse que algunos votantes cambiaran su decisión preliminar y optaran por apoyar a otro partido. Aunque seguramente algunos lo están haciendo, los resultados agregados muestran una gran estabilidad en el respaldo a cada uno de los partidos en pugna. En las tres mediciones realizadas en 2024 se observa que el Frente Amplio pierde dos puntos de febrero a abril –de un pico de 47% pasa a 45%– y el partido Nacional sube un punto –de 31% en febrero a 32% en marzo, porcentaje que mantiene en abril. Los otros partidos socios de la coalición siguen en 11%. Estos pequeños cambios reducen la diferencia entre los bloques de oposición y gobierno: era de 5 puntos en febrero y ahora es de 2. Se debe recalcar, además, que las variaciones registradas son pequeñas, y los cambios de apoyo de los dos bloques están dentro del margen de error de la encuesta.
Si se analiza la evolución a más largo plazo, desde comienzos de 2023, el Frente Amplio tuvo algo más de apoyo que la coalición a lo largo de todo el período. Hoy la diferencia es la más pequeña después de la que se registró justo un año atrás, en abril de 2023. También se observa que el apoyo al Frente Amplio creció desde agosto 2023 hasta febrero de este año y desde entonces disminuye dos puntos. La preferencia por alguno de los partidos de la coalición también creció desde agosto y se estabiliza en este último mes.
El apoyo a los dos bloques oscila más por región. El Frente Amplio tiene la preferencia de la mayoría absoluta de los capitalinos, aunque desde febrero baja, de 58 a 51%. Sube un punto en el interior, pero no le alcanza para compensar la pérdida en la capital.
La coalición es más fuerte en el interior del país, donde hoy el 47% votaría a algún partido que la integra, pero también ese apoyo oscila: era de 47% en febrero, y había subido en marzo al 52%, pero hoy vuelve al mismo 47% que tenía dos meses atrás. Sin embargo, compensa esa caída con una recuperación de apoyo en Montevideo: tenía apenas 32% el mes pasado y hoy alcanza el 38%.
Falta medio año para las elecciones nacionales y antes de esa fecha tendrán lugar las elecciones internas. La gente vota a un partido pero también a un candidato. Y el candidato pesa aún más para ese 10-12% que no tiene ninguna preferencia partidaria. Por eso importa mucho quién gane la interna de cada partido y cómo manejen la transición de ser precandidatos atractivos para los militantes –que son los que más votan en internas no obligatorias—a ser candidatos presidenciales que resulten convincentes para la gente más alejada de la política y los partidos.

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